domingo, 6 de noviembre de 2011

Un poquito de mí




       Nací en Madrid un precioso 11 de febrero de 1989, como suele decir mi madre, y todo fue alegría en mi casa, ya que después de tener dos niños, tenían muchas ganas de tener una niña pequeña y con el pelo rizado correteando por la casa.
Siempre fui una niña muy risueña y sobre todo, habladora. No paraba de corretear de un lado a otro y de revolverlo todo. Es muy característico de mí que, cuanto más me empeñaba en hacer baloncesto, ballet o cualquier tipo de ejercicio cuando era pequeña, más esguinces me hacía, llegando a haber tenido varios en cada pie.

En el colegio siempre fui una niña muy atenta con todo el mundo y recuerdo una profesora en particular, llamada Lola, que era como mi segunda madre, y a la que siempre, entre clase y clase, le hacía trenzas en su largo pelo.
Mis años de secundaria y bachillerato fueron muy ajetreados, ya que siempre me empeñé en crecer antes de tiempo y en intentar ser mayor, cosa de la que me arrepiento profundamente puesto que ahora valoro más el tiempo y el hecho de que hay que vivir lo que toca cuando toca, y no intentar acelerar las cosas; y en cuanto a estudios, saqué todo,  con sus más y sus menos, pero nunca repetí curso, a diferencia de en mis años de carrera.
Tengo dos hermanos más mayores que yo, de 26 y 29 años, los cuales siempre han sido un encanto con su hermana pequeña a pesar de intentar corregirme muchas veces.
Mi hermano mayor, Alfonso,  siempre ha sido un chico muy espabilado y a vivido muy a fondo su adolescencia, sin destacar precisamente en los estudios, pero siendo muy buen chico; además lo gracioso es que siempre ha sido un chico muy guapo y hasta yo pensaba de pequeña que sólo venían mis amigas a casa para verle a él.
Mi otro hermano, Guillermo, ha sido el más relajado y centrado de los tres. Siempre ha destacado, no sólo por las buenas notas que ha sacado siempre, sino por su nivel cultural y su incansable afán de aprender. Siempre ha sido un chico tranquilo al que no le ha gustado nunca mucho lo de la vida nocturna, aunque últimamente, ya con su título universitario y su máster, parece que ha cambiado. Él me enseñó cuando era bastante pequeña a tocar la guitarra eléctrica, cosa que por desgracia, ya no recuerdo.
Mi hermano Guillermo estuvo estudiando aquí, en la Universidad de Navarra, motivo por el cual yo conocí esta universidad y decidí venir aquí a estudiar derecho, cosa que he tenido siempre bastante clara.
Este ya es mi quinto año en Pamplona, y os preguntareis, “¿cómo es que está en tercero todavía si tendría que haber acabado este año?
La respuesta es simple y a la vez complicada, ya que llega un punto en la vida de cada persona en el que afloran las mejores y a la vez las peores cosas que uno puede tener dentro, y eso es exactamente lo que me ha sucedido a mí.
Por suerte he conseguido sacar fuerzas para centrarme, aunque todavía me queda mucho camino por recorrer, y tengo unos padres generosos que han aceptado el hecho de seguir pagándome esta universidad a pesar de haber repetido dos años seguidos. Lo que más me entristece de esto, además de “perder ese tiempo”, es que la gente con la que empecé ya no está, y he cambiado tanto de compañeros que ya no conozco a nadie de verdad, cosa que está consiguiendo hacer, negativamente, mucha mella en mí interior. El problema es que soy un apersona que, a pesar de haber recibido mucho cariño, siempre he tenido un vacío enorme en mi interior, y una enorme dependencia de gente que realmente me quiera como soy, que, a pesar de haber conseguido tener las mejores amigas del mundo en Madrid, no he corrido esa suerte en mi tiempo en Pamplona, a excepción de dos personas que son el centro de mi vida aquí.
Siempre he pensado que lo importante es seguir y buscar siempre lo positivo, cosa que intento hacer, aunque muchas veces veo muy complicado, y la verdad, ¿de qué sirve vivir si no es para cometer errores y aprender de ellos?

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